¡La tarta que une... es salada!

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tarta salada
Viajar por Italia significa también perderse en los aromas que salen de los hornos de las cocinas regionales, donde las tartas saladas cuentan historias antiguas de tradición, familia y estaciones del año. En este itinerario de norte a sur, el hilo conductor es una masa que fermenta, se llena de sabores locales y se transforma en un plato convivencial, sencillo y sorprendente. 

Comenzamos por el Valle de Aosta para saborear la frecacha, una tarta salada de montaña a base de patatas hervidas y fontina, a veces enriquecida con huevos y panceta. Su textura es suave y fundente, perfecta para los fríos días de invierno, tal vez después de una buena jornada en las pistas de esquí, aunque no conoce estaciones y puede prepararse durante todo el año. 

Bajando hacia Liguria encontramos la torta verde, preparada con un relleno de calabacines, cebollas, arroz y hierbas silvestres que se funden en un interior envuelto por una fina capa exterior, sencilla y aromática, hija de la cocina campesina. En esta región, la recién pasada Pascua tiene el sabor inconfundible de la torta pasqualina. Preparada con finísimas hojas de masa —antaño hasta treinta y tres, como los años de Cristo— encierra un relleno de acelgas o espinacas, ricotta, queso rallado y huevos enteros que, cocidos directamente en el horno, regalan un efecto escenográfico al cortar la tarta. 

Desde Génova nos trasladamos a Reggio Emilia, patria del erbazzone, una tarta rústica y sabrosa: cebollinos, acelgas, panceta y Parmigiano Reggiano están envueltos en una masa fina, crujiente y aromática, un himno a la cocina emiliana más auténtica. 

En Toscana, en la zona de Lucca, encontramos la peculiarísima torta coi becchi: el nombre deriva de los pellizcos de masa en el borde, decorativos y funcionales. El relleno mezcla acelgas, pasas, piñones y queso, en un equilibrio inusual entre dulce y salado. 

Llegando al sur, Campania nos recibe con tres grandes clásicos: la pizza chiena, el casatiello y la pizza di scarola. La primera es una tarta riquísima de embutidos, quesos, ricotta y huevos, encerrados en una masa suave y compacta. El segundo es una masa fermentada que abraza manteca, salami, queso pecorino y huevos enteros incrustados en la corteza, con forma de anillo que simboliza la ciclicidad de la vida y de la festividad pascual. La tercera, en cambio, es una tarta rústica rellena de escarola salteada, alcaparras, aceitunas negras, piñones y pasas. 

En la vecina Puglia no se puede dejar de probar el delicioso calzone o rústico de cebolla, una preparación que lleva una masa fina rellena de aceitunas, alcaparras, tomates, anchoas y, por supuesto, abundantes cebollitas sponsali. Por último, cruzando el mar, se llega a Cerdeña con la panada, una tarta de corteza gruesa y crujiente, rellena de carne (a menudo cordero o cerdo), patatas, hierbas aromáticas y, en algunas variantes, tomate. Cada zona tiene la suya, pero todas cuentan la historia de una isla vinculada a la tierra y a sus tradiciones más profundas. 

En todas estas recetas, la levadura juega un papel fundamental. Es ella la que da vida a las masas, las vuelve suaves o crujientes, acompaña el aroma que anuncia una deliciosa tarta recién salida del horno. 

Esta fue nuestra selección de tartas saladas, ¿tú conoces otras? 

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