Un año de fruta en tarro

Preparar mermeladas en casa es una forma de desacelerar, de escuchar el ritmo de la naturaleza y llevar a la mesa sabores auténticos, sin forzamientos ni artificios. En una época en la que todo está siempre disponible, seguir el calendario natural de la fruta es también una forma de respeto por la tierra, además de una continua fuente de inspiración creativa.
Cada estación ofrece diferentes variedades, por lo tanto, hay que aprender a elegir los frutos en el momento justo. Aquí comienza un viaje a lo largo del año, mes a mes, en busca de la mermelada perfecta para cada temporada. Por supuesto, para preparar con nuestro Prestomarmellata Ar.pa.
Cada estación ofrece diferentes variedades, por lo tanto, hay que aprender a elegir los frutos en el momento justo. Aquí comienza un viaje a lo largo del año, mes a mes, en busca de la mermelada perfecta para cada temporada. Por supuesto, para preparar con nuestro Prestomarmellata Ar.pa.
Primavera (marzo – mayo)
Marzo es un mes de transición: el invierno da paso a la primavera, pero la variedad de fruta fresca todavía es limitada. Las manzanas tardías siguen siendo una base segura, sobre todo si se combinan con ingredientes más estructurados como nueces, almendras o avellanas. Una compota de manzanas y avellanas, por ejemplo, puede acompañar quesos curados o convertirse en el relleno ideal para una tarta rústica. Abril introduce una novedad fascinante: el ruibarbo. Esta planta ofrece mermeladas de sabor fresco y ligeramente ácido, que combinan perfectamente con las primeras fresas. Si las fresas aún no están disponibles, el ruibarbo puede trabajarse con manzanas o naranjas, quizás con la adición de vainilla o cáscara de limón para realzar su aroma herbáceo. Mayo, en cambio, es el mes de las fresas, las primeras verdaderas protagonistas de la estación cálida. Su dulzura requiere especial atención durante la cocción: para mantener vivo el color y el aroma, se aconseja cocinarlas durante poco tiempo, tal vez en dos fases.
Marzo es un mes de transición: el invierno da paso a la primavera, pero la variedad de fruta fresca todavía es limitada. Las manzanas tardías siguen siendo una base segura, sobre todo si se combinan con ingredientes más estructurados como nueces, almendras o avellanas. Una compota de manzanas y avellanas, por ejemplo, puede acompañar quesos curados o convertirse en el relleno ideal para una tarta rústica. Abril introduce una novedad fascinante: el ruibarbo. Esta planta ofrece mermeladas de sabor fresco y ligeramente ácido, que combinan perfectamente con las primeras fresas. Si las fresas aún no están disponibles, el ruibarbo puede trabajarse con manzanas o naranjas, quizás con la adición de vainilla o cáscara de limón para realzar su aroma herbáceo. Mayo, en cambio, es el mes de las fresas, las primeras verdaderas protagonistas de la estación cálida. Su dulzura requiere especial atención durante la cocción: para mantener vivo el color y el aroma, se aconseja cocinarlas durante poco tiempo, tal vez en dos fases.
Verano (junio – agosto)
Junio trae consigo las cerezas, símbolo del verano que apenas comienza. Son frutas que requieren tiempo de preparación, sobre todo para quitarles el hueso, pero que regalan una mermelada ideal para tartas o para acompañar una mousse de chocolate. Julio es el mes de los albaricoques y los melocotones, perfectos para confituras de sabor aterciopelado. Su riqueza natural en pectina facilita el espesor, lo que los hace adecuados también para preparaciones con poca azúcar. Una combinación muy refinada prevé el uso de lavanda o romero, para una mermelada veraniega con aroma mediterráneo, para untar sobre una rebanada de pan fresco o para rellenar bollos fermentados. Agosto es el mes en que la naturaleza da lo mejor de sí. Los higos, maduros y azucarados, son ideales para una mermelada densa, que puede enriquecerse con ralladura de limón o con un toque de vino dulce. Las moras silvestres, por su parte, se prestan a confituras de color intenso, con una nota ácida perfecta para acompañar yogur, panna cotta o incluso carnes asadas. Un pequeño añadido de tomillo o laurel puede hacerlas aún más sorprendentes.
Junio trae consigo las cerezas, símbolo del verano que apenas comienza. Son frutas que requieren tiempo de preparación, sobre todo para quitarles el hueso, pero que regalan una mermelada ideal para tartas o para acompañar una mousse de chocolate. Julio es el mes de los albaricoques y los melocotones, perfectos para confituras de sabor aterciopelado. Su riqueza natural en pectina facilita el espesor, lo que los hace adecuados también para preparaciones con poca azúcar. Una combinación muy refinada prevé el uso de lavanda o romero, para una mermelada veraniega con aroma mediterráneo, para untar sobre una rebanada de pan fresco o para rellenar bollos fermentados. Agosto es el mes en que la naturaleza da lo mejor de sí. Los higos, maduros y azucarados, son ideales para una mermelada densa, que puede enriquecerse con ralladura de limón o con un toque de vino dulce. Las moras silvestres, por su parte, se prestan a confituras de color intenso, con una nota ácida perfecta para acompañar yogur, panna cotta o incluso carnes asadas. Un pequeño añadido de tomillo o laurel puede hacerlas aún más sorprendentes.
Otoño (septiembre – noviembre)
En septiembre encontramos uvas y ciruelas. La confitura de uva fragola es particularmente perfumada y va bien con un desayuno abundante, mientras que las ciruelas, especialmente las rojas, son ideales para mermeladas especiadas, perfectas para disfrutar con mantequilla y pan o en combinación con quesos frescos. Una adición de canela, jengibre o nuez moscada intensifica el sabor otoñal. Octubre marca el regreso de manzanas y peras, frutas versátiles por excelencia. Las mermeladas de manzana pueden enriquecerse con pasas y piñones para deliciosos postres al horno. Las peras, en cambio, son perfectas con cacao, jengibre fresco o vino tinto. Noviembre es el mes del caqui, muy dulce y que requiere poco azúcar añadido y puede usarse para crear cremas para untar de sabor delicado.
En septiembre encontramos uvas y ciruelas. La confitura de uva fragola es particularmente perfumada y va bien con un desayuno abundante, mientras que las ciruelas, especialmente las rojas, son ideales para mermeladas especiadas, perfectas para disfrutar con mantequilla y pan o en combinación con quesos frescos. Una adición de canela, jengibre o nuez moscada intensifica el sabor otoñal. Octubre marca el regreso de manzanas y peras, frutas versátiles por excelencia. Las mermeladas de manzana pueden enriquecerse con pasas y piñones para deliciosos postres al horno. Las peras, en cambio, son perfectas con cacao, jengibre fresco o vino tinto. Noviembre es el mes del caqui, muy dulce y que requiere poco azúcar añadido y puede usarse para crear cremas para untar de sabor delicado.
Invierno (diciembre – febrero)
Diciembre es el momento de las mermeladas “navideñas”. Al combinar manzanas, cáscaras de cítricos, especias como clavo de olor, anís estrellado y canela, se obtiene una conserva de aroma cálido, ideal para regalar o para rellenar galletas especiadas o panettones caseros. Enero es el mes de los cítricos por excelencia. Naranjas, limones, pomelos y bergamotas pueden trabajarse enteros o en gajos, con o sin cáscara, para mermeladas más o menos amargas. Al añadir jengibre, anís o incluso una pizca de guindilla, se obtienen versiones aromáticas que también pueden usarse en platos salados, como carnes blancas o quesos curados. Febrero, finalmente, cierra el invierno con una nota más exótica. Los kiwis, de sabor delicado y ligeramente ácido, son perfectos para confituras frescas, que combinan bien con vainilla o cáscara de lima.
Diciembre es el momento de las mermeladas “navideñas”. Al combinar manzanas, cáscaras de cítricos, especias como clavo de olor, anís estrellado y canela, se obtiene una conserva de aroma cálido, ideal para regalar o para rellenar galletas especiadas o panettones caseros. Enero es el mes de los cítricos por excelencia. Naranjas, limones, pomelos y bergamotas pueden trabajarse enteros o en gajos, con o sin cáscara, para mermeladas más o menos amargas. Al añadir jengibre, anís o incluso una pizca de guindilla, se obtienen versiones aromáticas que también pueden usarse en platos salados, como carnes blancas o quesos curados. Febrero, finalmente, cierra el invierno con una nota más exótica. Los kiwis, de sabor delicado y ligeramente ácido, son perfectos para confituras frescas, que combinan bien con vainilla o cáscara de lima.
Sin duda, la mermelada ha sido a lo largo del tiempo un objeto de deseo, tanto que “ser pillado con el dedo en la mermelada” es una metáfora de ser sorprendido in fraganti mientras se roba algo valioso... ¿Estáis de acuerdo?