El otoño en la mesa
Entre septiembre y noviembre ocurre algo especial: la naturaleza cambia de ritmo, y con ella también la cocina. Los colores se vuelven más intensos, los sabores más envolventes, y la mesa se transforma en un paisaje para saborear. Los días se acortan, el aire se vuelve más fresco, y el deseo de calor se refleja en los platos que preparamos. Ingredientes como la calabaza, la achicoria roja y las castañas traen consigo los tonos de la estación, evocando gestos familiares y ambientes que huelen a hogar. 
En este periodo, cocinar se convierte en un ritual más íntimo, más auténtico. Los gestos se hacen lentos y esenciales: se amasa, se corta, se deja cocer con paciencia. Se redescubre el placer de estar frente a los fogones, de elegir con cuidado los ingredientes, de dejarse guiar por los aromas que poco a poco se liberan. Es una cocina sin prisa, que acoge y que cuenta historias. 
Los ingredientes hablan el lenguaje de la tierra, ¡pero son los colores los que la narran de verdad! El naranja de la calabaza ilumina el plato con su dulzura aterciopelada: perfecta en una crema caliente, en un flan salado, en un pan crujiente o en un risotto que huele a mantequilla y salvia. El marrón de las castañas, profundo y terroso, recuerda al bosque y al crepitar del fuego: ideales para rellenos sabrosos o simplemente asadas, para comer con las manos. El púrpura del radicchio, elegante y ligeramente amargo, es una pincelada firme que aporta contraste y carácter: delicioso a la parrilla, salteado con vinagre balsámico o acompañado de quesos frescos. Y, por último, el verde intenso de las espinacas, fresco y vibrante: ideal para dar color a masas o tartas saladas (¿ya has probado el polvo de espinacas Ar.pa?). 
A completar el cuadro están las cocciones: el horno que asa, la sartén que chisporrotea, las brasas que perfuman. Es el calor el que da forma a los sabores y realza los tonos, haciéndolos más profundos y envolventes. Así, cada plato cobra vida. 
En otoño, cocinar se convierte en un gesto de cuidado, una forma de llevar a la mesa no solo el sabor, sino también la atmósfera. Y cada color, cada ingrediente, cada aroma contribuye a contar el ritmo de la estación que cambia. Sentarse a la mesa en esta época del año es como entrar directamente en la paleta de un pintor. 
¿Y tú, qué colores llevas a tu mesa cuando el verano hace las maletas?