Vuelta por los antipastos de Europa

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Comenzamos nuestro viaje por los antipastos en Italia y ahora ampliamos la mirada al resto de Europa: un mosaico de sabores que abre la celebración y cuenta historias de tradición. Cada País tiene sus propios bocados y sus rituales de convivencia: el antipasto no es solo un preludio de la comida, sino el gesto que acoge, que reúne y que calienta el ambiente. Esto vale durante todo el año y, aún más, a finales de diciembre con las fiestas navideñas o de Año Nuevo… cuando los platos se llenan de símbolos y sabores que hacen que los momentos compartidos sean aún más especiales.

Francia – El arte de la elegancia en la mesa
En Francia, el antipasto es una pequeña obra maestra de refinamiento. Las terrines, suaves patés de carne o verduras servidos en rodajas, y la quiche, tarta salada con huevos, nata y queso, cuentan la tradición cotidiana con sencillez y gusto. En Navidad, otros protagonistas hacen su aparición: el foie gras, suave e intenso, servido con pan brioche, se convierte en el centro absoluto, mientras que las ostras frescas, acompañadas de una copa de champán, aportan un toque de lujo.

España – La alegría en pequeños bocados
En España, el antipasto es un ritual social que marca el encuentro. Las tapas, platos para compartir, son el corazón de esta tradición: el jamón ibérico, de sabor profundo; las croquetas, doradas y cremosas; la tortilla de patatas, suave y sabrosa; las gambas al ajillo, salteadas con ajo y aceite, de aroma irresistible, y muchos otros pequeños tesoros culinarios. Cada bocado es una invitación a detenerse, charlar y volver a por “solo un mordisquito más”.

Alemania – El calor de la sencillez
Rústico y reconfortante, el antipasto alemán es el emblema del comfort food. La ensalada de patatas (Kartoffelsalat), enriquecida con cebolla, mayonesa o mostaza, es imprescindible en las mesas familiares; los arenques marinados, en salsas agridulces o con nata, aportan un sabor decidido que habla de la tradición del Norte. Preparaciones sustanciosas y auténticas que abren la comida con naturalidad.

Suecia – El bufé que se transforma en tradición
En Suecia y en los Países nórdicos, el antipasto no es un simple preludio, sino un auténtico espectáculo de convivencia. El smörgåsbord, el gran bufé de degustación, en diciembre se convierte en el julbord navideño, un ritual que reúne a familiares y amigos alrededor de una mesa rica y colorida. Entre los protagonistas encontramos arenques en salsa - de mostaza, cebolla o nata -; el gravlax, salmón marinado con hierbas, azúcar y eneldo; y las köttbullar, las típicas albóndigas suecas, suaves y sabrosas. Cada plato está pensado para ser compartido, en un continuo ir y venir de sabores.

Grecia – La acogida en pequeños platos
En Grecia, el antipasto es un gesto de generosidad: el meze, conjunto de platos para compartir, recibe a los invitados con colores y sabores capaces de levantar el ánimo al instante. Hay aceitunas aromáticas, salsas de yogur o berenjena, quesos locales como la feta, dolmades - hojas de parra rellenas de arroz y hierbas - y spanakopita, tarta salada de espinacas y feta de gusto intenso. Platos que pasan de mano en mano, entre brindis y sonrisas, convirtiendo la mesa en un lugar de encuentro. Durante las fiestas navideñas, en algunas regiones aparecen también los lachanodolmades (rollitos de col rellenos de carne y arroz servidos con la clásica salsa avgolemono), que traen consigo un deseo de prosperidad y abundancia.

Cada País tiene su manera de acoger a los invitados a la mesa, y el antipasto se convierte en todas partes en el gesto que abre la celebración. 

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